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'Por qué a los italianos les gusta hablar de comida', Elena Kostioukovitch

Este es un libro para disfrutar de uno de los países con una de las gastronomías más ricas y variadas del mundo. Un país con una cultura culinaria que se ha ido forjando a través de los diferentes pueblos que la han poblado, desde el imperio romano, godos, árabes, normandos, hasta los españoles.

Lo que hace que Italia sea tan rica gastronómicamente es la gran diferencia entre una región y otra, el cambio continuo de paisajes, incluso los mares que la bañan son totalmente distintos, es un país con gran variedad de dialectos, lo que hace que la idiosincrasia de una región a otra sea muy distinta, de suerte que un siciliano apenas comprenderá lo que diga un piamontés, como dice Umberto Eco en el prólogo.

El libro es un viaje de norte a sur, describiendo cada región, con su historia, sus costumbres, los productos típicos, así como su forma de elaboración. También le dedica capítulos independientes a productos estrellas de la cocina italiana, como el aceite de oliva, arroz, pasta o la pizza, así como a la filosofía del slow food en contraposición del fast food o la impresión que les supuso la gastronomía italiana a grandes viajeros como Goethe ó Dickens.

Revela alguna anécdota divertida que demuestra el carácter amable y hospitalario de los italianos, como la que le ocurrió a un famoso chef cuando las tropas aliadas liberaron su ciudad: un oficial americano le dijo que el estado mayor del quinto ejército pensaba celebrar una gran comida en su restaurante; el chef le ofreció una serie de productos con los que el oficial estaba de acuerdo; a continuación el chef pregunto qué beberían, el oficial en un primer momento dijo chocolate y ante la cara de estupefacción del chef, el oficial acabó pidiendo Coca-Cola, una rareza a la que el chef cedió con un "todo por amor a la liberada patria".

Éste es un libro para gourmets, para gente que no sólo disfruta de la buena mesa, sino de la cultura, porque conocer la gastronomía de un país es conocer su cultura, sus gentes. La sensación después de leerlo es desear coger el primer avión hacia Italia o, cuanto menos, buscar un buen restaurante italiano cercano. Aunque si se puede permitir la primera opción, no se le ocurra pedir un capuchino si no es por la mañana, de lo contrario quedará como un turista ordinario.

Félix O. P.