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Leyendo a Ehrenburg, su primer libro de memorias. Hay cosas de alto interés. Seguramente lo más curioso del libro sean los capítulos dedicados a La Rotonde. La Rotonde era un bar de París donde se juntaba la bohemía durante los años previos y posteriores a la Primera Guerra Mundial, en el interregno en el que estalló la Revolución Rusa.


Vladimir Maiakovski, que estuvo por allí en 1924, escribió, "Un París violeta, un París de anilina, se eleva tras la ventana de La Rotonde"

Allí Ehrenburg se veia las caras con Modigliani, con Savinkov, con Picasso, con Diego Rivera, con Blaise Cendrars, con Léger y otros muchos más. Bar de naciones y babel idiomático. Es curioso que allí surgió todo lo que de interés hizo el arte para el siglo XX, de manos de decenas, no más de cien desharrapados, locos que malvivían devorados por el veneno artístico. Tipos que vendían un cuadro por un plato de comida y una botella de cogñac. Algunos de ellos fueron movilizados y estuvieron en la Guerra un vez que estalló, llegaron al infierno de gases tóxicos y trincheras, algo de lo que el mundo no se ha repuesto nunca. Léger fue uno de ellos.

A su vuelta, estaba Léger con Ehrenburg en La Rotonde y según cuenta el autor, Léger tenía ganas de hablar en un momento en el que el café estaba a punto de cerrarse. Léger invitó a Ehrenburg y a otros a su casa. Su primera mujer, Jeanne, sacó unas latas de conserva para preparar un poco de cena. Cuando Léger se disponía a abrirlas se quedó un tanto traspuesto, pensativo, el rostro gélido y las manos paralizadas. En ese momento Léger estaba recordando un instante de la guerra de la que había salido. Recordaba los muchos momentos en los que había abierto latas de conservas con una bayoneta que estaba manchada de sangre humana.
Publicado por Jabo H Pizarroso / lunes 8 de marzo de 2010 /


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